Una de las principales ventajas, incluso económicas, de las construcciones de acero es la poca o casi nula necesidad de mantenimiento. El paso del tiempo en general, crea problemas a muchos de los materiales para la construcción, dado que estos están a menudo relacionados con el deterioro del material mismo. El acero conserva sus características técnicas y estructurales durante toda su vida útil; para usos particulares, los componentes estructurales de acero pueden galvanizarse, pintarse o someterse a otros tratamientos especiales para que sean más duraderos, incluso en caso de agentes particularmente agresivos durante todo el ciclo de vida útil del edificio. Esta característica hace que un material pueda ser particularmente preferido para usos de proyecto con elementos que se dejan a la vista y expuestos a los agentes atmosféricos. Además, gracias a sus características físicas, los microorganismos como moho, hongos y bacterias que deterioran el material, no atacan al acero. Además, las estructuras de acero son inmunes a la aparición capilar de la humedad, al contrario de la mayoría de las construcciones tradicionales y de madera.
El acero puede utilizarse de varias formas, acabados, modalidades de ensamblaje y montaje que hacen que sea extremadamente flexible y utilizable en varios tipos de intervenciones. Para aberturas muy amplias y espacios grandes, las estructuras se convierten en un elemento arquitectónico que caracteriza al edificio, definiendo al mismo tiempo su diseño.
Esta excepcional flexibilidad, permite hacer frente a cualquier tipo de intervención, obtenible incluso gracias a la extrema precisión mecánica de las construcciones de acero. La libertad de expresión y la posibilidad de instalarse acoplándolo a los más variados materiales de revestimiento, hace que el proyectista pueda expresar libremente toda su creatividad en el proyecto arquitectónico.